Es
importante dedicar unas palabras al padre del coaching, conocer las corrientes
y los fundamentos que desarrollo John whitmore. Aprender el arte de la buena
gestión, comprender su importancia para
liberar el potencial de las personas y aumentar al máximo su rendimiento. El
coaching “no es una técnica que deba aplicarse de una manera rígida en
determinadas circunstancias, sino una manera de dirigir; de tratar a las personas,
una manera de pensar y de ser”.
Whitmore
explora un nuevo ámbito psicológico sobre la búsqueda del sentido y de los
objetivos personales en el trabajo, la cultura y los valores empresariales.
Para muchas empresas multinacionales, les ha ayudado a mejorar su rendimiento y
rentabilidad, ya que propone tareas como, por ejemplo, plantear preguntas
efectivas en lugar de instrucciones u órdenes para elevar la conciencia y la
responsabilidad de los empleados; seguir una determinada secuencia de objetivos
para generar acciones inmediatas y lograr un rendimiento extraordinario o bien
relacionar las iniciativas y las metas de todos los individuos de la
organización.
John
Whitmore comienza uno de sus libros
declarando que no existen soluciones rápidas: “El buen coaching es una
habilidad, un arte quizá, que requiere una profunda comprensión y una dilatada
práctica si se pretende extraer todo su asombroso potencial”
Esta
premisa supone aceptar que, en efecto, todos tenemos un potencial que puede ser
liberado. Por eso, Whitmore cree que un coach debe ser capaz de ver a las
personas no como son, sino como pueden llegar a ser y utiliza, en su trabajo,
las siguientes premisas:
1.
Elevar la conciencia, la capacidad de darse cuenta, esto permitirá al cliente
una mayor comprensión de sí mismo y la posibilidad de identificar el lugar a
donde realmente quiere llegar. La conciencia se desarrolla a través del autoconocimiento
y alimenta la confianza, la seguridad y la responsabilidad. Normalmente nuestro
nivel de conciencia es muy bajo, es imprescindible para salir adelante en el
día a día. El coach ayuda a sus clientes a tomar conciencia del potencial que puede
llegar a desarrollar por sí mismos.
2.
Asumir la responsabilidad, La responsabilidad implica reconocer que somos
dueños de nuestras acciones. Hacernos responsables es la única opción de darnos
el poder de intervenir en nuestra vida. Más allá del juicio de culpable o
inocente, cuando nos hacemos responsables, podemos preguntarnos qué hacer, cómo
intervenir. Solo así encontramos la posibilidad de actuar.
3.
Desarrollar la confianza en uno mismo, para saber que podemos conseguir aquello
que deseamos, para reconocernos como un ser único y valioso. La persona que
cree en sí misma, tiene confianza en lo que hace y en lo que es. El que cree en
sí mismo, también creerá en los demás, en el futuro, en la sociedad que le
rodea, tendrá una actitud más abierta al cambio y a la posibilidad.